El diálogo entre materia y luminosidad en un contexto explosivo

 

Profundizar en la energía es una constante de la autora del Dimensionalismo desde que comenzó en 1998 a trabajar dentro de este concepto. Representa a la energía, bien en forma de luz, haz de luz vertical que va de arriba abajo o de abajo a arriba; mientras que, en otras ocasiones, lo exhibe en posición horizontal, despidiendo centelleos de variados colores. Predomina la luminosidad vertical, a modo de cilindro, de haz cibernético o bien a modo de representación de la iluminación espiritual procedente de los designios de Dios o de la Diosa que todos llevamos dentro. Y, acompañando a la luminosidad, en ocasiones, constatamos la presencia de formas que recuerdan alusiones biológicas, producto de una aportación basada en la necesidad de apoyar la esencia de la materia.

La concreción de la materia se nutre de la fortaleza interior de la propia perseverancia de un mundo biológico asentado en el planeta tierra. Biología, vida, existencia, dentro de los parámetros dimensionales conocidos. Pero Francisca Blázquez siempre ha ido más allá de este mundo, del planeta tierra, cuestionándose sus formas de actuación, censurando la evolución de la humanidad, basada en el poder militar, las bárbaras invasiones, la fuerza de los ejércitos para imponer una cultura sobre otra. Planeta sangre, así es como denomina a la naturaleza humana de nuestro peculiar globo terráqueo. Planeta sangre en alusión a las grandes cantidades de sangre vertidas por las diferentes civilizaciones que han pasado por el devenir de la historia. De ahí que en su peculiar teoría de la forma geométrica la autora multidisciplinar madrileña dialogue con la materia, a pesar de ser una firme creyente espiritual, purificándola, dándole la consistencia etérica necesaria para catapultarla hacia ignotas regiones donde se ha dejado de lado el sufrimiento que la mediatiza.

Entiende a la geometría como el producto genuino de un complejo sistema de sistemas, en el que todo está permanentemente interconectado. Pero, también, la autora, tampoco pretende imponer una teoría en plan fundamentalista dado que su investigación de la forma la conduce por los derroteros del contraste y del camino científico basado en la comprobación y la constatación para alcanzar la armonía entre la fe y la ciencia.

Emplea el color para conferir explosividad a las formas geométricas, potenciando la efervescencia espacial de las mismas basada en la fuerza que emana de ellas. Todo flota, incluso los conceptos, para aproximarse a un estadio cercano a la meditación.

En un mundo binario los conceptos se incardinan unos con otros a pesar de que son muy distintos entre sí, buscándose, hilvanando nuevos caminos que exploran alejados paradigmas, aproximando teorías extrañas, volviéndolas entendibles.

Estamos en la Era de Acuario, en la que predomina la ciencia más rabiosa, la tecnología desafiante, pero, también, el retorno hacia nuestro propio interior, buscando aquellos mundos que no vemos pero que están ahí y que incluso ni las religiones oficiales saben explicar con coherencia.

Francisca Blázquez conecta con el mundo actual, no renuncia a la ciencia, emplea la tecnología para la investigación formal, pero, a la vez, sigue trabajando en una disciplina tradicional como es la pintura. Abre ventanas y puertas a nuevas percepciones en un contexto en el que la biología manda, pero la luminosidad está ahí y es la que rige finalmente los auténticos designios de la existencia.


Hans Peter Bloom

Escritor austrobritánico

 

 


 

  

   

 

 

 

 

 

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