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Francesc Subarroca, la expresividad de un geométrico alegórico

 

 

Francesc Subarroca, indaga en la expresividad de sus personajes del Somorrostro, auténticos ejemplos de la dinámica visceral de la propia sociedad del momento en la Barcelona de la posguerra. 


Gitanos y otros habitantes de las barracas del Somorrostro, personajes de gran vicisitud, producto de las circunstancias. El creador catalán se adentra en el contenido de este gran bagaje humano, buscando la expresividad de la dinámica que los conforma, empleando colores contratados, tonos amarillos, marrones y verdes oscuros, combinados con negros y grises. 


En esta etapa de los cincuenta, ya se vislumbran sus planteamientos geométricos, su adscripción a fomentar primeros planos, otros más lejanos, segmentos de la composición estructurados en base a una dialéctica específica en la que lo importante es el conjunto de la obra. De ahí que árboles, cabras, personas, casas u otros motivos ocupen, según necesidades artísticas, primeros términos, planos medios o generales. Incluso, en su etapa de paisajes caracterizados por su gran expresividad, organiza los elementos en base a delimitaciones geométricas, buscando la estructuración por zonas, dotando a la composición de un carácter y personalidad específicos, en el sentido de armar la obra por dentro. 


Este mismo planteamiento se observa en su obra alegórica simbólica, de carácter onírico surreal, con sus árboles, plantas, vegetación, caracoles, globos o niños presentados en una gran diversidad de actitudes, actuaciones y movimientos, con formas gestuales, sin presencia de líneas rectas, aumentando la sensación de estar flotando, como si fueran producto de un sueño. 


Observador del campo y las tareas agrícolas, pero también de los animales, les confiere la personalidad que les corresponde, aumentando el tamaño de algunos de ellos como los caracoles, para conferir a la composición el carácter simbólico adecuado, destacando por su aportación específica, delimitando la temática. 


La vida es un conjunto de elementos que se complementan, de ahí que en su obra, no haya niño sin globo, vegetación sin caracoles o cabras sin hierba, bien alimentadas. Incluso en su visión realista del Somorrostro, los gitanos, mirada profunda, alma universal, poseen un hálito de vida que les impulsa con valentía hacia el abrazo con la existencia, bailando el ritmo de la biología, a pesar de la dureza de las condiciones y la austeridad del medio. 


Hay una cierta ensoñación sutil, incluso en aquellas obras del creador catalán más marcadamente expresionistas, dotadas de elementos y objetos, que, en el caso de sus composiciones cubistas, no abandonan su actitud alegórica. De ahí que en su producción pictórica más importante lo simbólico forme parte de la expresividad, contenida tanto en la creación con referencias como en la más marcadamente formal y geométrica. 


Su dinámica pictórica se basa en un dominio claro del dibujo y la perspectiva, de su extremo cuidado en las formas y la disposición compositiva, además de potenciar la determinación de la materia, incluyéndola en la fortaleza de la espiritualidad, pero, alejándose de los planteamientos excesivamente marcados por la estética.

  


Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte 

 


 

 

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