Roberto Benítez, los enigmas en el propio misterio

 

 

Hay muchos enigmas que se contienen a sí mismos, en diferentes planos. De ahí que los enigmas que presenta Roberto Benítez estén conformados en el propio misterio. Un misterio apasionante, muy logrado, que surge de la propia necesidad de creer en existencias que no sean las cotidianas, porque lo biológico de tan simple, aunque complejo, es desastroso. Seres que se comen a sí mismos y a otros seres. Vegetarianos contra carnívoros, vegetarianos comiendo a otros seres vegetarianos, plantas carnívoras, planeta sangre, planeta de la destrucción y la muerte. La tierra, planeta del misterio escondido en la dimensión de la propia materia. 

Materia peredecedera, aquella que está contenida en la propia evidencia de sus características, que desarrolla sus propiedades consideradas únicas, perfectas, surgidas de una nada cósmica. 

Los enigmas del propio misterio, creaciones cuatro en uno y ocho en uno, obras que captan y filtran los seres del misterio, que no son otros que espíritus, entidades de otros planetas, OVNIS en el horizonte, personajes de tecnología muy avanzada. 

Se trata de seres que habitan muchos mundos, aunque están en este; extraterrestres que van de un planeta a otro, con ingenios voladores o bien desplazándose a través de los viajes astrales. 

La capacidad de conocer otros mundos, de trasladarse a planetas remotos de infinitas galaxias está al alcance de unos pocos, pero que, podrían ser muchos, dado que todos estamos en evolución hacia mucho más allá de la existencia física. 

Somos seres con alma inmortal en peregrinaje temporal, que podemos viajar por el espacio más deprisa que cualquier ingenio espacial.

La máquina, la tecnología, están limitadas por la propia máquina, mientras que las energías de todo lo existente, mineral, vegetal, animal y ser humano, poseen el signo de los tiempos, es decir la posibilidad de avanzar hacia las pléyades dimensionales, buscando ignotos mundos que se encuentran en nuestro interior. 

Nuestro cuerpo astral nos permite ver las maravillas del mundo a velocidades siderales. La traslación dinámica, el movimiento continúo es el resultado de la propia vida.

Sin vida no hay percepción de futuro, no hay más allá de lo cotidiano. 

Lo cotidiano es la virtualidad de lo existente, la propia efervescencia de la paradigmaticidad.

OVNIS, extraterrestres, almas, espíritus, nuestro propio yo, todos en la búsqueda de un nuevo amanecer.

 

 

 

Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte 

 


     

 

 

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