Josep Manel Simó Gombáu, el
silencio y la senda, espacio y forma

Su producción de obra gráfica se caracteriza por exhibir paisajes, evidencias
que se postulan en línea con el cambio continuo, con la variación de la serena
comprensión del espacio, en el que siempre hay un camino, senda, sendero,
campos, el campo, el camino, cielos, el cielo, presencia de más espacios, el
gran espacio.
Grabador, domina desde la punta seca, al buril, xilografía sobre madera,
aguafuerte, aguatinta y carborúndum.
Expone fundamentalmente en España y Francia, siendo seleccionado en la
convocatoria de exlibris catalanes contemporáneos en el Museo de Sant Cugat en
el año 2005.
Posee una visión panorámica del paisaje, caracterizada por ir más allá de lo que
se puede constatar en un primer término.
Se interesa por la manera de presentar la senda o el camino, la carretera, en
primer plano, pero, sin renunciar al espacio.
Pretende y encuentra la dinámica de la movilidad, gesto, curva, perspectiva,
plano general, primer plano, campos de trigo, cielo azul, día, noche, Lleida,
traslación. Exhibe paisajes reconocibles en una dinámica clara, en la que todo
es materia, forma, división y estructura, planteados en armonía, concentrados en
la formulación del cambio.
Indaga para hallar la respuesta en la evidencia, yendo más allá del asunto, del
impedimento que se encuentra situado en la determinación.
No hay verdad paisajística, sino que extrapola su interés global para asentar
sus reales en el silencio.
No existen los ruidos, todo es senda, cambio, movimiento continúo, sin
sorpresas, sin interrogarse por la trascendencia, porque en la sinceridad de la
materia se halla la respuesta.
Senda, camino, laberinto, vuelve al camino, hay pléyade de ellos porque
inextricables son los senderos de los vericuetos de la existencia.
Transmutador de espacios, es capaz de olvidarse del detalle, seleccionando
aquello que formalmente da sentido intimista al paisaje que contempla, sin caer
en la descripción material, para instalarse en su reverberación energética, en
la chispa del dinamismo que salta, converge, transmuta, transforma, evidencia y
sucumbe para volver a evidenciarse.
No hay poesía, sino conciencia de un sentimiento poético, que se ufana en
reinventarse formalmente, porque la verdadera póesis se halla en el marco del
cambio.
Experimentador, explorador de largos senderos, permite ser coherente consigo
mismo, cuando experimenta en lo simple para hallar lo complejo en la propia
voluntad de la materia de ser única, universal y sutil.
No transmite complejidad descriptiva, tampoco sensación de laberinto, sino que
su creación, dotada de una técnica coherente, de un tratamiento sistemático del
color, de unos conocimientos en los que pone de manifiesto su voluntad de ser
más allá de la evidencia que lo limita, nos transporta a un estadio elevado de
la conciencia.
La evidencia no destaca, sino que, lo que realmente muestra, es aquello que está
ausente. Es decir que sus paisajes somos nosotros, porque plasma los ojos que
los ven, pero, sin embargo, no le interesa exhibir la persona en concreto que
los ve.
Aporta finura y elegancia a una dinámica donde la soledad nos embriaga,
acompañada por el calor del color en un contexto sereno, más allá de lo
superficial. de ser.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte