Mónica Sarmiento, el tributo geométrico a la naturaleza dévica

  

La obra pictórica de Mónica Sarmiento se sustenta en el tributo geométrico a la naturaleza dévica, a los espíritus de las esencias que guían el medio exterior. Espíritus que conforman la realidad que impregna las capas interiores del mecanismo que le permite funcionar. Emplea signos, elementos, abstracciones ingenuas, iconográficas de diverso signo que se nutren de emblemas que son considerados como protecciones, producto de la versatilidad de lo sutil contenido en los símbolos de lo natural. La ecuatoriana posee un lenguaje directo, pero elaborado, tejiendo una ordenación formal intrínseca que da sentido útil al organigrama de elementos, marcados por la naturalidad y el sesgo primitivista, pero versátil. 

Su cromatismo es intenso, cálido, pero sugerente, nutrido de fuerza intensa, especialmente por la gama tonal que utiliza. En ocasiones su observación de las leyes formales pasa por el cuidado meticuloso de la vibración de los elementos, contenidos de tal manera que están constituidos por estructuras versátiles, dinámicas, llenas de sutilidad, casi imperceptible, como si se tratara de una caricia singular, evidenciando su aportación sugerente, emblemática y recurrente. 

Está claro que no hay coincidencias por que sí, sino voluntad de ser coherente con los dioses que rigen el mundo, en el sentido de representar alegóricamente sus esencias, utilizando para ello gamas cromáticas envolventes, casi acariciadoras, surgidas de lo más recóndito, emblemáticas, directas en el sentido complejo del término, en el aspecto sugerente, porque incide, con elegancia, en los prolegómenos de la geometrización abstracta. 

Profundiza en lo sensual sugerente, contenido en su composición, que exhibe centrada, cohesionada con determinación, hasta el punto de constatar su formidable locuacidad a partir de su ordenamiento. No hay nada fuera de lugar, todo tiene su armonía interior y exterior, tanto de color como de formas, como si se tratara de un auténtico mandala budista. 

En realidad su aportación a la pintura contemporánea pasa por ser coherente con el pasado simbólico, recuperando culturas ancestrales, buscando ser precisa en la formalidad, expresiva en el color, original en la combinación de elementos y consecuente con sus ideas. 

El mundo está constituido por formas, pero vive a partir de esencias, se desarrolla gracias a la acción de la energía que transforma la materia, que necesita del espacio-tiempo, incidiendo en la velocidad del ritmo vital, para constatar que cuando más rápido vamos más despacio transcurre el tiempo. De ahí que recuperemos los símbolos ancestrales porque, gracias a ellos, volvemos a tener un tiempo más acorde con nuestras necesidades interiores. En un momento de cambio, la humanidad busca nuevos referentes, aquellos que siempre la han protegido, que son los depositarios de la sabiduría ancestral, de la conformación filosófica que emana de la gran voluntad cósmica del yin y el yang, principio compuesto de polos opuestos que se atraen y forman un nuevo ser o energía. 
 
Mónica Sarmiento utiliza lo ancestral para ser contemporánea, apostando por la geometría abstracta signal que descansa en el poso de los tiempos, pero que posee una actualidad directa y una efervescencia clara, impulsando vida y muerte a la vez en un planeta binario como el nuestro.

 

 

 

  


Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte 

 


 

 

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